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22 de mayo de 2011

EL HERMETISMO EN LA ANTIGÜEDAD

El Hermetismo es una de las más significativas filosofías de occidente. Y su antigüedad la convierten. La filosofía Hermética tiene sus raíces en la antigüedad, tanto en el pensamiento filosófico griego y romano, es decir, en la antigüedad clásica, como en la tradición del antiguo Egipto. Pero podemos ir aún más lejos. Podríamos tomar en cuenta el conjunto de los pueblos que poblaron Mesopotamia como antecedentes válidos para algunas de las concepciones de los pueblos egipcios y griegos. Asirios, babilónicos, caldeos, fenicios, sumerios y nubios muestran en sus mitos y su cultura algunas ideas que van a servir de asiento a la cultura egipcia y helénica, en las cuales a su vez se basa el Hermetismo.
Conceptos como el de polaridad están presentes ya en los mitos más antiguos de la humanidad, como en el dios Asirio Babilónico Marduk, que tenía dos cabezas o dos rostros. De la misma manera, el principio de correspondencia esta presente en esta mitología, cuando nos dice que hay igual cantidad de dioses en la tierra como en el cielo. Las verdades fundamentales de la mística y la filosofía occidental nacen, con la forma de mitos, muy temprano en la historia. A lo largo de milenios hemos venido repitiéndolas, perfeccionándolas, profundizándolas o sencillamente, reinventándolas. Aparte de estos pueblos, también debemos recordar a las tradiciones judías y semíticas. Estos pueblos, cuya historia es fácilmente rastreable hasta el inicio de la civilización, han logrado influir al Hermetismo, ya no de una manera lejana e indirecta como en el caso de las grandes civilizaciones mesopotámicas; sino de una forma directa. Desde los caldeos, los babilonios, y los asirios, recogiendo tradiciones egipcias, griegas y romanas, pasando por las concepciones semíticas, el Hermetismo se ha alimentado, desde sus inicios, de las fuentes más importantes de pensamiento occidental.
Ahora bien, dejando de lado cualquier conjetura que trate de llevarnos aún más lejos, es claro que los padres directos del Hermetismo, son las culturas egipcias y griega, lo cual implica una historia enorme. Al mencionar las culturas del Tigris y el Eufrátes, solamente hemos tratado de señalar que, aún en su génesis, el horizonte Hermético es tan amplio que no puede reducirse, exclusivamente, a una o dos tradiciones
Un segundo elemento que hace de la historia del Hermetismo algo único en la historia del pensamiento, es que, a pesar de este crisol de tradiciones en las que nace, y de aquellas muchas con las que se ve enriquecido a lo largo de los siglos, el Hermetismo mantiene una continuidad y una coherencia histórica. Una columna vertebral bien definida y sólida. Según la tradición de nuestra Orden, el Hermetismo cuenta con unos cinco mil años de vida. Ahora bien, los primeros textos conocidos provienen del sincretismo Alejandrino. Pero, en uno y otro caso, lo cierto es que el Hermetismo ha logrado mantenerse a través de milenios, en muy diferentes pueblos y culturas, en el seno de diversos grupos, fiel a sí mismo, y lo suficientemente dúctil como para amoldarse a los tiempos y las culturas que lo han acogido.

Jesús Miravalles Gil

7 de mayo de 2011

EL PADRE DE LA ALQUIMIA 2ª Parte

Por un lado sería el iniciador, el maestro, el visionario de las realidades supremas. También con su nombre se designa a la casta sacerdotal, su heredera, la depositaria de la Verdad. Y finalmente representa a un dios, a MERCURIO, el situado en la esfera celeste de los iniciadores, cumpliéndose la correspondencia entre el mundo divino y el hombre. La tradición lo ha identificado con el dios Thoth, algo que no debe extrañarnos. Para los sacerdotes egipcios, los dioses eran hombres inmortales, y los hombres dioses mortales. En el Libro de los Muertos egipcio se habla de Toth como intermediario entre las almas de los muertos y Osiris. Así se lee en el Capítulo LXXVIII: “Tendrá cuidado de él el dios Thoth, a su llegada, así como en sus desplazamientos posteriores, y esto, regularmente, todos los días, real y eternamente, llegará el difunto a ser Espíritu Santificado en toda su perfección”. Y en el Capítulo XCII: “Es Toth quien me ha revelado los Misterios de la Noche que Ra guarda celosamente. Y también otras cosas que vosotros sabéis...”
Por otro lado, los griegos seguidores de sus doctrinas le llamaban HERMES TRIMEGISTO pues fue a un tiempo rey, legislador y sacerdote. Lo que nos dice que hubo un tiempo en que los tres poderes estaban unificados en una misma casta social. Una época que vino en llamarse el Reino de los dioses.
LOS LIBROS HERMÉTICOS.
Lo que hoy entendemos por hermetismo, y que consiste en un conjunto de ideas, creencias y prácticas, fue redactado en una serie de textos entre el siglo III a. C y el III d. de Cristo, fundamentalmente en las escuelas de Alejandría. Dentro de este conjunto de escritos hay que separar los que pueden considerarse hermetismo popular y que se refieren a la astrología, la magia, la alquimia y las ciencias ocultas. Aparte hay que poner a los considerados de más altos conocimientos, de saber más erudito y que constituyen el Corpus hermeticum . Se aprecia en todos estos libros un fuerte sincretismo, en el que se amalgaman ideas preferentemente egipcias con las judías, con las del platonismo tardío y el de las escuelas gnósticas. Por tanto, es difícil discernir qué puede atribuirse a las tradiciones más antiguas.
Se puede leer en ellos una visión de la deidad que resultará sorprendentemente actual: “Dice Hermes a su discípulo Asclepius: Ninguno de nuestros pensamientos puede concebir a Dios, ni lengua alguna puede definirle. Lo que es incorpóreo, invisible, sin forma, no puede ser percibido por nuestros sentidos; lo que es eterno, no puede ser medido por la corta regla del tiempo: Dios es, pues, inefable. Dios puede, en verdad, comunicar a algunos elegidos la facultad de elevarse sobre las cosas naturales para percibir alguna radiación de su perfección suprema; pero esos elegidos no encuentran palabra para traducir en lenguaje vulgar la Visión inmaterial que les ha hecho estremecer. Ellos pueden explicar a la Humanidad las causas secundarias de las creaciones que pasan bajo sus ojos como imágenes de la vida universal, pero la causa primera queda velada y no llegaríamos a comprenderla más que atravesando la muerte”. Quien haya leído a nuestros místicos, Santa Teresa y S. Juan de la Cruz, podrá apreciar la similitud del lenguaje y esa misma imposibilidad de expresar con palabras lo vivido en sus éxtasis. “Hermes vio el conjunto de las cosas, y habiendo visto, comprendió, y habiendo comprendido, tenía el poder de manifestar y revelar. Lo que pensó lo escribió; lo que escribió lo ocultó en gran parte, callándose con prudencia y hablando a la vez, a fin de que toda la duración del mundo por venir buscase esas cosas. Y así, habiendo ordenado a los dioses sus hermanos que le sirvieran de cortejo, subió a las estrellas” .
La religión egipcia tenía dos niveles. El popular era politeísta, mientras que la teología sabia, esotérica, como ya explicaba M. MASPERO, enciclopedista, era monoteísta desde los tiempos del Imperio Antiguo. La unidad del ser divino está expuesta con energía en los textos referidos a aquel tiempo. Dios es el Uno único, el que existe por esencia, el solo que vive en substancia, el solo generador en el cielo y en la tierra que no ha sido engendrado. A la vez Padre, Madre e Hijo. Y estas tres personas, lejos de dividir la unidad de la naturaleza divina, concurren a su infinita perfección. Sus atributos son: la inmensidad, la eternidad, la independencia, la voluntad todopoderosa, la bondad sin límites. El panteísmo que subyace en la teología egipcia se expresa en las palabras de los viejos textos: “Él crea sus propios miembros que son los dioses”. Cada uno de esos dioses, confundidos como idénticos al Dios Uno, puede formar un nuevo tipo de donde emanan a su vez, y por el mismo procedimiento, otros seres inferiores. El Mundo sería una degradación sucesiva desde Dios, pero aún en el ser más inferior habría en él un resto de divinidad.
El Mundo, incluido el divino, estaría formado por una serie de esferas concéntricas, siete en concreto, regidas cada una de ellas por un planeta, cada una poblada por criaturas con un grado de perfección sucesiva. Eran los siete cielos. Es una imagen recogida por los siete pisos de los zigurats (templos-observatorios astronómicos) mesopotámicos, y también literariamente en la Divina Comedia de DANTE. Tiene asimismo una traducción psicológica al expresar los distintos grados de perfección personal. Cuando SANTA TERESA escribe sus Moradas como niveles de perfección del alma, está ascendiendo con ellas por los distintos cielos. E igual expresan el grado de éxtasis místico, de profundización interior, de integración personal. Experiencia semejante también la que refieren los chamanes siberianos cuando en sus éxtasis subían a los cielos o descendían a los infiernos.
Cuando la invasión extranjera de Egipto, mientras los hicsos reinaban en Memfis, en Tebas se mantuvo el núcleo duro de la resistencia sacerdotal. Por entonces extendieron la leyenda de Isis y Osiris, con manifestaciones litúrgicas grandiosas, mientras por otro lado desarrollaban los pequeños y grandes Misterios, caminos de iniciación para sólo unos pocos, escogidos tras durísimas pruebas y que mantendrían los secretos más exclusivos bajo juramento y pena de muerte si eran revelados. Guardarán así el crisol del alma de Egipto, que volvió a salvarle.
Contienen las enseñanzas una elevada concepción del hombre, atendiendo sus más elevadas necesidades intelectuales y morales, escuela de conductores de pueblos. MOISÉS no habría podido desarrollar su obra de no haber sido sacerdote egipcio. El placer, la felicidad, la ciencia, la inteligencia eran uno en su desarrollo, siempre siguiendo la tradición hermética. El desarrollo personal sólo se entendía si era global: “Para alcanzar la maestría el hombre tiene necesidad de una refundición total de su ser físico, moral e intelectual. Más esa refundición sólo es posible por el ejercicio simultáneo de la voluntad, de la intuición y del razonamiento. Por su completa concordancia, el hombre puede desarrollar sus facultades hasta límites incalculables. El alma tiene sentidos dormidos: la iniciación los despierta. Por medio de un estudio profundo, una aplicación constante, el hombre puede ponerse en relación consciente con las fuerzas ocultas del Universo. Por un esfuerzo prodigioso puede alcanzar la perfección espiritual directa, abrirse las vías del más allá, y hacerse capaz de dirigirse a ellas. Entonces, solamente, puede decir que ha vencido al destino y conquistado su libertad divina. Entonces, sólo el iniciado puede llegar a ser iniciador, profeta y teurgo, es decir: vidente y creador de almas. Porque sólo el que se domina a sí mismo puede dirigir a los otros; sólo es libre el que puede liberarse” . Es la evolución psicológica que estudia el psicoanálisis moderno, retomando el camino abandonado por muchos años para llegar a la integración personal que en nuestros días JUNG ha llamado el sí-mismo.
El ser humano, como la Divinidad, también era considerado trino: con su cuerpo, su alma como el punto intermedio con su parte superior, el espíritu. Originado éste en otros mundos, otras esferas celestes de las que descendió. La humanización de los espíritus era una dura prueba, una caída al abismo de la Tierra para más tarde remontar a la patria de la que procedían. Las lluvias de estrellas, visibles en las claras noches de Agosto, que después se llamarían las lágrimas de Dionisos (el Verbo divino griego) y ahora lágrimas de S. Lorenzo, eran las almas que viajaban de unos cielos a otros, brillantes por la luz de su pureza.
Sin embargo, en los textos del Corpus hermeticum debieron mezclarse ideologías extrañas que enmascararon el mensaje original. Así, en 1914 BOUSSET hizo observar que el Corpus contenía dos teologías opuestas, irreconciliables. Hay una doctrina, la señalada anteriormente, de carácter monoteísta y panteísta. En ella el mundo es bueno y bello porque está transido de Dios. A través de ese mundo, al contemplar su belleza, se llega a Dios, que es Uno y también Todo, es creador y se le llama Padre. Con el cosmos y Dios, el hombre completa una nueva tríada. Él debe “admirar y adorar las cosas celestes, cuidar y gobernar las terrenas”. El mundo “es un viviente inmortal” ; el hombre es “el ser viviente mortal, ornato del ser viviente inmortal” .
A esta doctrina se ha unido otra venida del Este, de Persia. El mundo sería malo. “No es obra de Dios, en todo caso del primer Dios, pues éste está infinitamente por encima de toda materia, está oculto en el misterio de su ser y no es posible llegar a Dios sino huyendo del mundo. Hay que comportarse aquí abajo como un extranjero” . Apenas hace falta recordar cuantos seguidores ha tenido esta doctrina entre el Cristianismo de otros tiempos. El mundo, en el que el mal se asienta, habría sido creado por un dios inferior, el demiurgo. Pero no voy a extenderme más en esta doctrina por ser totalmente ajena a la concepción original de HERMES.            
                                                                  Fuente:Samadis

HORUS