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12 de mayo de 2013

"TÍEMPO PRÍMERO" O "ZEP- TEPÍ"

Según la tradición egipcia los primeros reyes de Egipto no fueron hombres, sino dioses. Al principio de los tiempos, cuando los dioses descendieron sobre la Tierra, la encontraron cubierta por el fango y el agua. El principal de los dioses, al que los egipcios denominaron "Dios del Cielo y de la Tierra", Ptah, fue el encargado de realizar grandes obras hidráulicas y de canalización, que lograron ganar terreno a las aguas.
Ptah ubicó su residencia en la Isla Elefantina, cerca de la actual Asuán, y desde allí controló las crecidas del Río Nilo, asentando las bases para la civilización.
Después de 9.000 años de reinado, el Dios Ptah cedió el gobierno de Egipto a su hijo Ra, que al igual que su padre llegó a la Tierra en una barca celestial. El reinado de Ra duró 1.000 años, y le continuaron en el trono cinco dioses más, Shu (700 años), Geb (500 años), Osiris (450 años), Seth (350 años) y Horus (300 años).
Esta Primera Dinastía de Dioses-Reyes rigió en un "Tiempo Primero" o "Zep-Tepi", el antiguo Egipto durante 12.300 años, sucediéndole una segunda dinastía con el Dios Thot a la cabeza que alcanzó una duración de 13.870 años. Posteriormente a estos dos periodos, el poder fue cedido a gobernantes semidivinos, mitad hombre mitad dioses, durante 3.650 años en los que se sucedieron, uno tras otro, treinta reyes.
En total fueron 17.520 años de poder y control de los dioses y semidioses, que finalizaron en un oscuro periodo de caos y anarquía, del que no existe la más mínima referencia, y que duró 350 años. Es en este momento cuando aparece la Primera Dinastía de gobernantes humanos, en la figura del faraón Narmer, primer gobernante reconocido oficialmente por la egiptología, pues el resto de lo anteriormente expuesto pertenece al mundo de la mitología y la fantasía.
Es imposible, aseguran tajantemente los expertos, que, antes de la aparición de la I Dinastía o Periodo Tinita (3.100 a.C.-2.700 a.C.), pudieran existir durante un tiempo tan prolongado semejante número de gobernantes, eso sin mencionar su origen divino y extremada longevidad.
Pero los egipcios estaban muy seguros de sus orígenes y de su historia. El tiempo era algo que controlaban muy bien los antiguos egipcios,
precisamente gracias a sus dioses, quienes, según ellos, les enseñaron a dividir el año (renpet) en doce meses (abed), de treinta días cada uno y divididos en tres semanas (mellu) de diez días cada una. Este calendario alcanzaba 360 días, y era complementado con cinco días especiales (jeriu-renpet).
El año estaba formado por tres estaciones que venían claramente determinadas por el Río Nilo. La Primera Estación era la de la crecida del río (ajet), de mediados de junio a mediados de octubre. La seguía la Estación de la Germinación (peret) que finalizaba a mediados de febrero. Por último la Estación de la Cosecha (shemu).
Existían otros tipos de calendario, pero todos seguían una minuciosa y escrupulosa exactitud, transmitida generación tras generación. Con total seguridad, si un antiguo egipcio escuchara hoy en día que la cronología de los Dioses-Reyes que gobernaron Egipto mucho antes de Narmer, no es más que una fantasía, se llevaría un gran disgusto y un no menor enfado.
Hace 2.500 años, Heródoto escribía en su "Libro II de la Historia" que, en su visita a Egipto, los sacerdotes de tebas le habían mostrado personalmente 341 estatuas, cada una de las cuales correspondía a una generación de sumos sacerdotes desde 11.340 años atrás en el tiempo. Le dijeron que las figuras representaban a hombres, pero que antes de esos hombres en Egipto reinaron los dioses, que habían convivido con los seres humanos. De todo ello guardaban datos muy precisos, ya que siempre, desde el principio de los tiempos, ésa había sido su misión.Otro historiador griego, Diodoro, que visitó Egipto en el Siglo I d.C., también habló y aprendió de los sacerdotes egipcios sobre su historia y tradición. Al igual que Heródoto pudo escuchar de boca de los sacerdotes que los humanos reinaban en el Valle del Nilo desde hacía poco menos de 5.000 años. Uno de los primeros cronistas de la Iglesia Cristiana, Eusebio, logró recoger numerosas crónicas que hacían el mismo tipo de referencias que Heródoto y Diodoro. Pero tal vez ninguno como Manetón, sumo sacerdote y escribano egipcio, supiese acaparar en sus textos la increíble historia de Egipto.
Manetón fue contemporáneo del General de Alejandro Magno Ptolomeo, fundador de la Dinastía Ptolomeica (304-282 a.C.). Vivió en la Ciudad de Sebennitos y fue Gran Sacerdote en el Templo de Heliópolis, donde escribió los Tres Volúmenes de su Historia de Egipto, cuyos originales han desaparecido, y que conocemos en gran medida gracias al historiador griego Julio Africano, que recopiló numerosos fragmentos de su obra.
Manetón o Manetho (verdad de Thot), relataba en esta obra que los dioses reinaron sobre Egipto durante 13.900 años, y los semidioses que les continuaron otros 11.000 años más. Gracias a su clase sacerdotal, pudo acceder a numerosa información restringida que había sido recogida durante cientos y cientos de años. Según sus fuentes el primer Rey de Egipto fue Hefestos, quien inventó el fuego, le siguieron Cronos, Osiris, Tifón y Horus. Después, los "Shemsu-Hor" o seguidores de Horus, de origen semidivino, gobernaron durante 1.255 años. Les continuaron otros reyes por un periodo de 1.817 años.Otro periodo más de 1.790 años formado por treinta reyes que gobernaron en Menfis y 350 años más de otros diez soberanos que reinaron en Tanis. En total, sólo el reinado de los semidioses hasta la aparición de los reyes de la Epoca Dinástica Temprana, alcanzó 5.813 años, una auténtica patada a la historia y a la cronología establecida por la moderna egiptología.
Este mismo problema ha aparecido con las Listas de Reyes Sumerios, aparecidas en distintos textos como el W-B/144 ó W-B/62, donde se establecen fantásticos gobiernos de los dioses que se remontan a docenas de miles de años antes de lo establecido por la arqueología oficial.
En esta antiquísima tabla mesopotámica existente en el Museo Británico, y en caracteres cuneiformes, aparece según el investigador Zecharia Sitchin el mapa de la ruta seguida por los dioses para llegar a nuestro planeta a través del Sistema Solar.
Aunque tal vez el caso más conocido por todos nosotros sea el de los Patriarcas Bíblicos, auténticas "máquinas de hacer años", como los míticos Adán, Set, Enós, Cainán, Mahaleel, Jared, Enoc, Matusalén, Lamec, Noe, Sem, Arfaxad, etc, etc. La edad alcanzada por cualquiera de ellos, haría estremecer los presupuestos destinados a jubilaciones de la Seguridad Social.
A pesar del innegable esfuerzo de la arqueología por establecer una cronología "lógica" de los antiguos reinos e imperios, el prejuicio a la hora de establecer la existencia física de los dioses que todas las culturas establecen como los fundadores de la civilización en la Tierra, hacen imposible profundizar en una verdadera historia que continúa oculta a todos nosotros.
La cada vez más reconocida antigüedad de algunos de los monumentos que nos han llegado, como es el caso de la Esfinge de Giza y de la cual tratamos en otro de los apartados de este temario de Egipto Oculto, han hecho posible que algunos investigadores hayan reconsiderado el revisar las cronologías dogmáticas a lo largo de los dos últimos siglos. Por desgracia los máximos responsables continúan aferrados a una serie de intereses y al mantenimiento de un estatus que tratan de defender a toda costa.
                                         enlace: bibliotecapleyades.net
Jesús Míravalles Gíl                          
                                  
                                 

5 de mayo de 2013

SOBRE EL ASNO FILÓSOFICO

Articulo de Emmanuel d’Hooghvorst aparecido en el último número de “La Puerta” que lleva por título “El asno filósofo. Textos y comentarios sobre la encarnación”.
En la reproducción de este antiguo fresco egipcio que se encuentra en E.-A. Wallis Budge, Osiris and the Egyptian Resurrection, ed. Ph. Lee Warner, Londres, 1911, vol. I, observamos a Set (o Tifón) vencido y atado a la izquierda de un poste en forma de Y; tres puñales han sido clavados en su cuerpo, y ante él se hallan Horus y sus cuatro hijos, con un cuchillo en sendas manos; detrás, a la derecha, se alzan Osiris y Serapis; Set lleva una cabeza de asno.
Se trata de una leyenda muy conocida, sin embargo la resumiremos: Set, hermano-enemigo del dios Osiris, tras haberle invitado a un banquete, presentó a los invitados un espléndido sarcófago que iba a regalar –decía– a aquel cuya estatura correspondiera exactamente a las dimensiones de este ataúd. Osiris se acostó en él y al instante, Set cerró la cubierta y arrojó el sarcófago con su contenido al Nilo.
La alusión es clara: Osiris, que representa el Verbo, al querer medir este mundo sublunar fue precipitado en él a consecuencia de una sugerencia de su enemigo. ¿No decía Platón que el logos era la medida de todas las cosas?
La leyenda cuenta luego las largas peregrinaciones de su esposa Isis, quien salió en su búsqueda, y cómo reencontró el sarcófago incrustado en el corazón de un sicómoro cerca de Byblos. Aprovechando una ausencia momentánea de Isis, viendo Set que el sarcófago había sido descubierto, despedazó el cuerpo de su enemigo y lo dispersó. Tras una larga búsqueda, Isis consiguió reunir los miembros dispersos de su esposo y resucitarlo. Éste le dio entonces un hijo, Horus, llamado el vengador de su padre. Durante un duelo del que resultó vencedor, Horus consiguió dominar a Set, pero en lugar de matar al vencido, se contentó con castrarlo. La alusión es lo suficientemente clara como para eludir todo comentario.
El asno, es decir, Set, representa pues la naturaleza de este mundo. Observemos que de nature, ‘naturaleza’, se puede sacar por anagrama âne-rut, ‘asno en celo’, por lo demás, el asno es conocido por la potencia de sus capacidades genitales. Seguir esta naturaleza es acorralarse a sí mismo en la casa de un ogro. No obstante, esta materia oscura y caótica de aquí abajo, siempre sometida a la corrupción, no es por ello menos necesaria para permitir el descenso y la manifestación de Osiris.
Se comprenderá, pues, la mutilación de Set. Una vez castrado, el asno servirá de vehículo al tesoro de este mundo, pues irá con paso lento pero seguro por los senderos pedregosos más difíciles y caminará por donde el caballo no puede pasar.
Así pues, Set es el doble-sentido del mundo. Pero según el significado siniestro, es el mal principio, causa de oscuridad, de rebeldía y de muerte aquí abajo.
 En Plutarco (1), leemos: Los egipcios inmolaban bueyes pelirrojos porque creían que Tifón era de color rojo. Asimismo [...] el asno [...] cargaba con la pena de su semejanza con Tifón, tanto por su estupidez y su insolencia como por el color de su pelo. Por eso, como el rey de Persia que más odiaban era Oco, a causa de su impiedad y de sus máculas, le dieron el nombre de asno. Oco, además, no dudó en responderles: «Pues bien, este asno se deleitará con vuestro buey. E hizo inmolar a Apis» (2). Tal es el relato del historiador Dinón. Pero aquellos que dicen que cuando Tifón hubo abandonado la batalla, se subió en un asno, que su huida duró siete días, y que tras haber escapado, tuvo dos hijos, Hierosólimo y Judeo, hacen intervenir, sin ninguna duda, tal como esto lo prueba, la historia del pueblo judío en medio de la de Egipto. (3)
En la lengua hebraica, ‘asno’ jamor, procede de la raíz jmr, que significa ‘elevarse, fermentar, ser rojo, estar agitado, perturbado, inflamado’. Encontramos también, según la misma etimología, jemer, ‘vino’ y jemar, ‘asfalto, betún’.
Leemos en Éxodo 4, 20: «Moisés se llevó a su esposa e hijos, los montó en un asno y regresó a Egipto». Observamos al respecto que los traductores de la Setenta han traducido la palabra asno por bestia de carga, y el comentario del Midrach Chemot Rabah (4) dice de ello: «He aquí uno de los dieciocho fragmentos que los sabios cambiaron en su traducción para el rey Ptolomeo». Se entiende por qué.
Pero el asno puede servir de montura al Mesías. El fragmento de Génesis 49, 11: «Atando su asno a la vid» (5), el Zohar (I, 238a) lo relaciona con Zacarías 9, 9: «Pobre y montado en el asno». El pobre es el Rey-Mesías, y el asno es «la fuerza de los pueblos avasallados por los planetas y constelaciones, para sometérselos». Así, cuando el asno es montado por el Rey-Mesías y le es sumiso, se convierte en el porta luz, el vehículo de su manifestación.
La iconografía cristiana coloca al niño Jesús en un pesebre, junto al buey y al asno que lo calientan; el asno sirve también de montura a la Sagrada Familia en su huida a Egipto. En el pesebre, que no es otra cosa que una madera hueca, el asno indica junto con el buey el calor que calienta y cuece desde el exterior al Niño-Sol. Si se representa el asno o el cuerpo con una cruz y el buey, que es el espíritu o parte volátil que se une a ese cuerpo, con una media luna hacia arriba se obtiene una cruz coronada con la media luna, el espíritu-cuerpo del Universo. Cuando se unen para calentar e incubar al niño de los filósofos, cuyo símbolo es el sol, el conjunto se representa con el signo de Mercurio.
En las tradiciones antiguas, se encuentran otras muchas alusiones al asno de los filósofos.
Terminaremos recordando la fiesta o misa del asno, que la sabia Edad Media celebraba en algunas ciudades el día de la fiesta de la Circuncisión, por ejemplo en la Iglesia de Sens. El arzobispo de Sens, Pierre de Corbeil (†1222) fue considerado autor del Oficio. (6)
Se iniciaba cantando en la puerta de la iglesia: Hoy luz, luz de alegría; yo diría que quien esté triste, apartado sea de estas solemnidades. Que hoy la envidia y también todas las penas sean rechazadas. Que se alegren todos aquellos que celebran la fiesta del asno.
Este cuarteto que se cantaba en el atrio de la iglesia, no era más que un preámbulo que precedía al conductus ad tabulam (7) ‘conducción a la mesa’ o prosa del asno, cuyo texto latino ofrecemos a continuación, acompañado de una antigua traducción, transmitida por el obispo Villetard: De los confines de Oriente / A estos lugares acudía inminente / un asno hermoso, recio y luciente, / cargado venía andando ligeramente. /¡Arre, Señor asno, arre! / En las laderas de Siquem / fue alimentado por Rubén / pasó por el Jordán (8) / y saltó en Belén. /¡Arre, Señor asno, arre! / Su marcha viva y ligera / apenas roza la tierra / tanto, que ganaría la carrera / con el dromedario y la cierva. /¡Arre, Señor asno, arre! / Con tesoros de Arabia / y perfumes de Etiopía / viene enriqueciéndose la Iglesia / por virtud de la asnería. /¡Arre, Señor asno, arre! / Por más pesada que su carga fuera / el asno jamás se quejara / y pacientemente ese animal tritura / todo alimento por grosero que sea. / ¡Arre, Señor asno, arre! / De un cardo un banquete hace / y, en vano, burla se le hace / y cuando en la granja trabaja / separa el grano de la paja. / ¡Arre, Señor asno, arre! / Hermoso asno repite Amén / Ahora con la panza llena / Hermoso asno repite Amén /No repares más en tu pena. /¡Arre, Señor asno, arre!
¿Realmente se introducía un asno en la iglesia en tal ocasión? Las opiniones al respecto están repartidas. En el Oficio de Beauvais, en el momento en que se canta la prosa que le está consagrada, encontramos la siguiente mención: conductus asini cum adducitur: ‘conducción del asno cuando es llevado’. Sin embargo, en Sens, el Orientis partibus tiene como única rúbrica: conductus subdiaconi ad epistolam: ‘conducción del subdiácono hacia la epístola’. ¿Era pues el subdiácono el que hacía de asno? Por otra parte, si nos basamos en Du Cange, (9) en Ruan, se trataba realmente de un asno revestido con una capa dorada y asido por cuatro eclesiásticos, el que era solemnemente introducido en el coro de la iglesia. A continuación empezaba el Oficio propiamente dicho, en el que ciertamente ya no se trataba de ninguna asnada.
enlace: arsgravis

Jesús Miravalles Gil