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6 de febrero de 2011

HERMES TRISMEGISTO

 Hermes Trismegisto es considerado como el padre de la alquimia que ha tomado de él el nombre de "arte hermético", su origen se remonta al Egipto pre-faraónico, según Salomón el nombre de Hermes Trismegisto procede del griego y significa literalmente “mercurio tres veces grande”, o sustancia regida por tres principios celestes y tres sublunares unidos.
Hermes es un nombre genérico de muchos antiguos sabios griegos que trataron de filosofía y de alquimia. Hermes trismegisto es el nombre de Hermes o Thoth en su aspecto humano, como Dios es el más misterioso de los Dioses, como serpiente Hermes Thoth es la divina sabiduría creadora.
La Tabla de esmeralda, es un texto clásico atribuido a Hermes Trismegisto, filósofos, alquimistas y aun astrólogos han basado sus conocimientos en este importante legado del viejo mundo.
Clemente de Alejandría le atribuye 42 obras o tratados, desafortunadamente solo se conocen aparte de la Tabla esmeraldina, el Poemander o Pimandro y Asclepios o el Discurso de la Iniciación. Ambas obras tienen un alto valor iniciático En Pimandro Hermes recibe las enseñanzas de Pimandro, la conciencia superior o inteligencia soberana y divina.
“Lo primero que hay que hacer -dice Pimandro a su discípulo- es desgarrar esas vestiduras que te cubren, esos ropajes de ignorancia, principio y fundamento de la perversidad, cadena de la corrupción, cubierta tenebrosa, muerte viviente, cadáver sensible, sepulcro que contigo llevas, ladrón doméstico, enemigo en el amor, celoso en el odio. Tal es la vestidura del adversario que llevas sobre ti. Y te atrae hacia abajo, temiendo que la percepción de la verdad y del bien, le haga odiar. La maldad de tu enemigo y descubrir los traidores lazos que te tiende, obscureciendo a tu vista lo que os resulta a los demás claro, ahogándote en la materia, haciendo que te embriagues con infames voluptuosidades, todo en suma, para que nunca oigas lo que a tus oídos les conviene oír, y para que jamás veas lo que a tus ojos les conviene ver”.
En este texto se especifican doce imperfecciones que el discípulo se ha de desintegrar en el trabajo de la Gran Obra y estas son, en orden sucesivo: la ignorancia, la tristeza, la intemperancia, la concupiscencia, la injusticia, la avaricia, el error, la envidia, los procederes capciosos, la cólera, la temeridad y la maldad.
“Por la prisión de los sentidos, someten al hombre interior y le hacen esclavo de las pasiones. Poco a poco se alejan de quien Dios mira con ojos de piedad y he aquí en lo que consiste el modo y la razón de los renacimientos”.

Jesús Miravalles Gil

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